Por amor a Facebook (Spanish Edition) by HECTOR CASTILLO

Por amor a Facebook (Spanish Edition) by HECTOR CASTILLO

autor:HECTOR CASTILLO [CASTILLO, HECTOR]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2016-04-16T22:00:00+00:00


Encuentro de dos mundos

Apenas podía mantener los ojos abiertos, la somnolencia de la carretara tantas veces transitada le provocaba sueño y acababa de cabecear. Necesitaba estirarse un poco, pero sabía que era peligroso orillarse para estirar las piernas y despejarse un poco. Llevaba apenas poco tiempo de haber pasado Mamulique y todavía le faltaba un buen tramo. Observó el Mustang al lado de la carretera y no le dio importancia. Pensó que se parecía al de su amigo Miguel. Más adelante observó un hombre que caminaba a la orilla de carretera. Se parece a Miguel, pensó. Aminoró la velocidad y se dio cuenta de que era muy parecido a su amigo. Al pasar a su lado a baja velocidad no le pudo ver el rostro porque caminaba con la vista hacia el campo, como si buscara algo.

Detuvo su auto para verlo por el espejo retrovisor y cerciorarse de que era Miguel, por un reflejo involuntario abrió los seguros del auto, pero no era él. Apenas iba a acelerar cuando se acercó el hombre y con una sonrisa le dio las gracias desde fuera del coche y abrió la puerta. Doris por instinto accionó el botón para poner el seguro de las puertas, pero ya era tarde. El hombre había entrado y se había sentado en el asiento del copiloto.

—Gracias. Me has salvado la vida —, dijo Emilio.

Doris observó por el espejo retrovisor que no se acercaran vehículos y aceleró. No tenía otra opción, el hombre ya estaba arriba. Estaba ansiosa, no sabía que hacer. Acaba de subir a su coche a un extraño. Lo observó con detenimiento y se veía una buena persona, pero en Sabinas tenía conocidos de toda la vida que se habían ido por el mal camino. La ropa que llevaba ese hombre era de buena calidad, sin embargo, estaba sucio, como si hubiera caminado por el campo. ¿Y si es uno de los malos que atraviesan las brechas para comercializar droga? No, las brechas deben estar pasando Sabinas, razonó, él está muy lejos de la frontera.

Emilio se sentía incómodo, percibía el nerviosismo de ella y no deseaba que lo bajara.

—Me llamo Emilio Treviño Garza y se me descompuso el carro. Te agradezco mucho que te hayas detenido —. Mencionó su nombre completo con la intención de darle mayor seguridad.

—De nada… Soy Doris —. Dudaba en dar más información a un extraño, aunque sus rasgos eran agradables y el tono de su voz demostraba cierta educación. Observó su ropa y se veía formal, pero algo no le gustaba: estaba sucio de la cintura hacia abajo, como si hubiera caminado por el monte; además tenía roto el pantalón. ¿Y si es uno de los malos que iba en una de las brechas y ahora está huyendo?, pensó. Qué tonta fui. ¿Y ahora cómo lo bajo?

—Mi carro es el Mustang que está atrás —continuó Emilio tratando de calmarla pues se veía nerviosa.

—Si lo ví —dijo Doris, mientras que de reojo trataba de ubicar algo extraño en su acompañante, algo



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